LOS LIMONES


Autor: J. J. Nuñez



Tambú y Gazol, eran los hijos de Gaspar Azzul, un próspero comerciante de frutas de la ciudad de Mizac, quienes ya se encontraban en edad de asumir responsabilidades dentro del negocio, pero a ambos no se les antojaba ni siquiera ordenar la cama donde dormían. Un día Gaspar, muy enfermo y temeroso de que la labor de toda una vida se fuera como las arenas entre los dedos, llamó a ambos y les dijo:

-          Hijos míos, les he hecho un gran mal. Les he dado todo y más, de cuanto ustedes han deseado y merecido. Ahora que estoy enfermo, me he dado cuenta de que la vida no se compra con nada y algún día uno de ustedes ha de heredar el negocio. Por ello, esto es lo último que daré a ambos: un limón para cada uno. Vayan y vean qué es lo que hacen con él. –

A pesar de las protestas de los ociosos hijos, Gaspar respetó su sentencia, hasta que ambos dieran resultados. Después de un rato, Tambú, el hijo mayor, dijo:

-          ¡Ya sé! Haré limonada y como hace calor todos querrán comprar. –
-          ¡Buena idea! – dijo Gazol. – Pero ¿Cómo harás limonada con un solo limón?
-          Hermanito, ése no es problema. Me darás tu limón y ambos repartiremos ganancias. –

Gazol, sabiendo lo embustero que era su hermano, finalmente aceptó, dando por sentado que ambos tenían el mismo problema y la única forma de salir a flote era nadando juntos. Tambú hizo una jarra de fresca limonada y salió a ofrecer un vaso por un real y tuvo mucho éxito ya que al cabo de unos minutos la jarra estaba vacía y habían conseguido seis reales. Sin pensarlo dos veces, decidieron reinvertir y hacer más limonada. Al cabo de unos meses, el negocio prosperó y Tambú comía mejor y vestía mejor, pero Gazol no veía ni un real. Así que fue a pedirle unas monedas como parte de pago, pero Tambú le entregó un limón.

-          Te devuelvo lo que es tuyo y nada más. – le dijo.

Gazol, se fue muy entristecido. Pero al final del día una gran idea se le ocurrió. Con su limón, se preparó una rica limonada, la que bebió luego de sembrar las semillas en el campo. Fue paciente y día a día regaba las plantitas, las abonó, les quitó los gusanitos ¡incluso llegó a hablarles!
Y un tiempo más tarde, Gaspar Azzul, nuevamente llamó a sus dos hijos. Tambú, finamente ataviado producto de su negocio, se pavoneaba al lado de Gazol quien portaba humildes ropas de campo.

-          Hijos míos, he quedado muy complacido con vuestra labor. Pero uno de ustedes heredará el negocio y es Gazol a quien yo escojo. –
-          ¡No puede ser! – gritó Tambú. - ¿Cómo puede este campesino heredar tu prestigioso negocio? –
-          El campesino al que te refieres, es tu hermano Gazol. – respondió el padre. - Sangre de tu sangre, a quien tú mismo engañaste y traicionaste para hacerte de su parte. Pero Gazol, con las semillas del limón que le diste, ha metido las manos en la tierra, ha sabido ser paciente y ahora cosecha los limones que tú, sin saber, compras para hacer limonada. Así que ante mis ojos, Gazol no solo te provee de limón, sino que también es dueño de la mitad de tu negocio. –

Tambú se marchó muy enfadado y Gazol celebró con limonada, porque cuando la vida te da limones, hay que aprender a hacer limonada.
Y así, mi palabra, fue rodando como piedra en torrente. He narrado para la memoria de la buena gente.

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