EL PERRO


Autor: J. J. Nuñez



Por el camino de Caster Illios, Iba en una carroza, un sacerdote muy arrogante a quien Su Majestad, Marelle, había solicitado su presencia con suma urgencia.
-          Seguramente me nombraran alto sacerdote de toda la región. – pensaba, imaginándose a sí mismo, rodeado de poder.

Pero los mosquitos, el polvo y el calor no le dejaban comer con tranquilidad, así que se mortificó. Un perro flaco y maltrecho se le acercó a gorrearle unas migajas de lo que estaba comiendo y ordenó al cochero botar al animal. Este bajó del coche y ¡Paf! Le tiró una patada, que por suerte no le rompió nada.

Y siguió comiendo.

Repentinamente el cielo se nubló y comenzó a llover, pero como la carroza tenía capota, no se mojó y se puso a leer. Un pobre niño huérfano, se le acercó, pidiéndole cobijo momentáneo hasta que la lluvia cesara y pudiera descansar un poco. Ordenó al cochero botar a aquel niño y ¡paf! También una patada para el pobre, que por suerte no le rompió nada.

Y siguió leyendo.

Avanzaron hasta llegar a un pequeño puente sobre un arroyo donde un grupo de maleantes, tomaron por asalto el vehículo. Al cochero de un manazo ¡Paf! Lo bajaron y le dieron una tremenda paliza que, por suerte, no le rompieron nada, pero quedó muy malherido. Al sacerdote, sin embargo, le robaron todas sus pertenencias, dejándole sólo con el hábito. Sumamente enfadado con el cochero por no haberle defendido, se fue sin hacer caso a sus quejidos de dolor.

Y siguió caminando.

Finalmente y después de algunos días, llegó ante Su Majestad, quien le recibió personalmente.

-          Debe estar muy hambriento. – le dijo.
-          ¡Oh, sí! Su Majestad, llevo días sin comer. – le respondió.

Así que, fue llevado a un salón donde había un gran banquete, donde pudo comer de todo a su antojo hasta llenar su prominente barriga.

-          Debe estar muy cansado. – le dijo.
-          ¡Oh, sí! Su Majestad, llevo días sin descansar. – le respondió.

 Y fue llevado a una enorme alcoba, donde la cama más cómoda del mundo, esperaba por él y durmió por dos días seguidos.
Cuando despertó, una visión de pesadilla le aguardaba. Había sido convertido en el flaco y maltrecho perro, que mandó a botar. Acudió inmediatamente a Su Majestad, Marelle.

-          Majestad, he sido hechizado. ¡Por favor, ayúdeme! –
-     Mi querido sacerdote. – Respondió. - Le puse tres pruebas y en todas, usted, obró con injusticia y soberbia. Fui el perro hambriento, el niño fatigado y el cochero que clamaba auxilio. Ahora, si mi ayuda necesita, vaya y viva como los seres que usted, tan alevosamente despreció. –

Dicho esto, ordenó a sus guardias que botaran a aquel perro y ¡Paf! ¡Paf! de dos patadas le rompieron una pata.
Desde aquel entonces, camina sin descanso, un pobre perro, flaco y maltrecho, fatigado y cojo por el mundo. Si lo ven por ahí, por favor no sean como él. Ayúdenlo. Ser compasivos, nos devuelve la divinidad y nos convierte en mejores seres humanos. 

Y así, mi palabra, fue rodando como piedra en torrente. He narrado para la memoria de la buena gente.

Comentarios

Entradas populares