MISERIA



Autor: J. J. Nuñez Del Carmen

-          La vida es corta, Ezequías. – dijo el padre al niño. - Debes aprovecharla en estudiar para trabajar en algo rentable y salir de esta pobreza. ¡Sólo así llegarás a ser alguien!
-          ¿Ser alguien, me hará feliz papá?
-          ¿A quién le interesa eso? – dijo con desdén. – La vida sin dinero es para fracasados. Es lo único que importa.
-          Pero… - dijo el niño intimidado por el absolutismo del padre. – ¿Podré seguir pintando, entonces?
-          ¡No! – sentenció el padre. – La vida es corta y harás lo que yo te diga.
Ezequías quería llorar, quería salir gritando, pero no. Respiró hondo y caminó hacia su habitación y clavó en la pared, un clavito. Luego se pasó varias horas observando a través de la ventana a Aaran, el chico de enfrente tocar la guitarra. La gente le rodeaba y le aplaudía. Su música era una caricia para el oído. Recordó haberle visto practicar por las noches, así que decidió sacrificar sus horas de sueño para pintar en el secreto de su habitación.
Y así, día tras día, pintaba el maravilloso mundo que en su mente existía, lleno de colores y de formas que, para su vida cotidiana, eran difíciles de imaginar. Ver sus obras terminadas, le ponían un brillo en la mirada que nadie conocía. Ni siquiera su padre. Esta rutina llegó a desgastarle físicamente, decayendo en sus calificaciones, por lo que el padre comenzó a supervisarle frecuentemente.
Un día, cuando Ezequías aún estaba en la escuela, su padre entró a su habitación a revisar sus cosas. Sus sospechas rindieron fruto al descubrir una veintena de cuadros ocultos en un rincón del ropero. Lleno de furia rompió los pinceles, tiró los lápices y los óleos.  Las pinturas se las regaló a un hombre harapiento que por allí andaba. Al llegar Ezequías, le aguardaba una reprimenda feroz, un severo castigo y una tunda de la que nunca se olvidaría. ¡La vida es corta, la estás desperdiciando! – Le repetía su padre. Después de ese día, nunca más volvió a ser el mismo y nunca más volvió a pintar.
Pasaron los años y un hombre llegó a la puerta de la casa aún pobre. Vestía elegante, por lo que el padre de Ezequías corrió a atenderle personalmente.
-          Usted no me recuerda. – le dijo. – Hace algunos años me regaló unas pinturas, las cuales ofrecí al señor de estas tierras. Él, estuvo maravillado con aquél arte; dijo que nunca había visto nada igual. Me pagó muy bien pero a cambio me envió a encontrarle y decirle que quiere contar con su arte de por vida. ¡Nunca más tendrá que preocuparse por nada!
-          Disculpe… verá… - sintió un nudo en la garganta. – yo no soy quien pinta esos cuadros… mi hijo los hace.
-          ¡Entonces, dígale que su suerte es la de toda su familia! – exclamó.
El padre cayó en la cuenta que, desde que regaló las pinturas, nunca más había entrado al cuarto de su hijo, por lo que al abrir la puerta se sorprendió de encontrar las paredes llenas de incontables clavitos. Se percató que el rostro de Ezequías carecía de emoción alguna, ya no tenía el brillo de antes. Se sintió con remordimiento, tras contarle lo ocurrido, escuchar la respuesta:

-          ¡Qué absurdo, vivir de lo que a uno le gusta! ¡Que se vaya! lo único que importa es estudiar. ¿No, papá?

Comentarios

  1. Pobre Exequias, cuantos padres como el suyo hay por ahí arruinando los sueños de sus hijos, me hiciste acordar de "Billy Elliot" una peli que me la vi un par de veces muy emotiva. Un relato con una algunas reflexiones de fondo

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  2. comienza el mundo Siran a mostrar sus spin off. ¡Me gustan! A propósito, como anillo al dedo. Estoy pensando en dejar mi trabajo y dedicarme a algo que me guste. ¡ay, que tuto!

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  3. Hola Jota, te he pillado y tampoco te gustan los finales felices ehh, jaja. Buen relato con una buena y profunda reflexión al final. Cosa curiosa, Ezequías que al inicio se las ingenio para mantener su sueño vivo terminó por claudicar ante la miseria del padre. Sin caer en juicios de valor, más que la miseria material de la que pretendía que su hijo escapara lo sumió en la miseria humana que a él le caracterizaba y terminó por meter en el mismo hoyo a su hijo.

    Saludos compañero.

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