HECHIZO DE VANIDAD


Autor: J. J. Nuñez

Hann, el escultor más famoso de Rocanegra, tenía en sus manos el don más particular que los dioses pudieran otorgar a alguien con su talento: imprimirle corazón a sus esculturas. Gracias a ello los ojos de sus esculturas parecían vivas. Su fama llegó a oídos de la vanidosa reina Mondriel, quien frecuentemente olvidaba las obligaciones para con su pueblo.  
-          Quiero que hagas el más grande monumento que jamás haya existido. – le dijo la reina. - ¡Inmortalízame en una gran escultura de oro y piedras preciosas! Mi belleza, como símbolo de grandeza, debe ser admirada por todas las generaciones de este mundo. ¡Quiero ser eterna! –
-          Su majestad. – dijo amablemente. – Haré lo que me pida, pero antes debo recordarle que la belleza física no evidencia a la del alma, por lo que la imagen será tan admirada como sus acciones lo sean. –
-          ¡Tonterías! La belleza y el poder son recordados. En cambio el feo y pobre siempre ha merecido el olvido. –
Hann, a pesar de no estar de acuerdo con la reina, hubo de aceptar porque de lo contrario y como era bien sabido, le hubiera condenado a muerte. Mil días pasaron y la ansiosa reina tuvo lo que tanto anheló, una gran escultura hecha a su imagen, de vívido y brillante aspecto. Entonces, temiendo que Hann talle una escultura de similar belleza, ordenó que lo encierren en una prisión de piedra de una isla lejana.
La enorme escultura fue colocada en el centro de la plaza principal, para que todos contemplen su grandeza y belleza contrastantes con su reinado abusivo e injusto. Hasta que, muchos años después, una mañana, horrorizada vio a su amada estatua convertida en una demencial imagen de retorcida forma con mirada perversa y sádica. En su desesperación buscó a Hann.
-          Mi ornamento se ha vuelto horrible. ¡Arréglalo y te liberaré! -
-          Mi Reina, hice la estatua tal como me la pidió. – dijo. – Por otro lado, la libertad no se quita con el encierro y no se la obtiene con el poder. Mi alma es libre y sigue tallando bellas formas en mi mente. Usted, en cambio, es prisionera del poder y la belleza, cosas que nunca duran. La nobleza y la equidad, en cambio, trascienden los tiempos. –
-          ¡Arréglalo, te lo ordeno! –
-          Discúlpeme, yo no puedo hacer nada. El don que tengo es el “Hechizo de Vanidad”, hace que la imagen sea tan bella como el corazón, por lo que esa monstruosa estatua que está en la plaza principal, es el monstruoso reflejo de su propio corazón. -  
Dicho esto, Hann se sentó en un rincón de la celda, mientras la reina, desencajada, chilló furiosamente sin comprender que la belleza de la imagen dependía de su corazón. En ese mismo momento, en Rocanegra, la estatua continuaba deformándose. 

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