LA PERSEVERANCIA DEL GRANDE
Autor: Jota Nuñez (*)
(*) Inspirado en “El Loco” de Khalil Gibrán.
(*) Inspirado en “El Loco” de Khalil Gibrán.
Sobre la colina, un hada detuvo el paso a un maligno
dragón que tenía pretensiones de arrasar con fuego, al pequeño pueblo que a sus
faldas se encontraba.
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Soy más grande que tú, Oh,
Pequeña hada. Mis garras son fuertes, mi tamaño enorme. Donde quiera que voy
soy temido. Retírate. -
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Soy más grande que tú, Oh,
Terrible dragón. Mi voluntad es fuerte, mi espíritu enorme. El amor está
conmigo a donde vaya. No me moveré. -
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Soy más grande que tú, Oh,
Pequeña hada. He destruido pueblos e imperios. El lamento de sus almas es el
réquiem sobre el cual danzan mis flamas.
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Soy más grande que tú, Oh,
Terrible dragón. He destruido penas y tristezas. La alegría restaurada de sus
almas es la fiesta sobre la cual, mi corazón, danza.
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Soy más grande que tú, Oh,
Pequeña hada. La oscuridad es mi hogar. Las cenizas de poderosos reyes y guerreros,
la habitan y a todos, mi fuego hubo consumido. El oro de ellos me cobija.
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Soy más grande que tú, Oh, Terrible dragón. Mi
hogar se construye con cada paso que doy. Cada nuevo día es mi fortuna y las
estrellas, que cobijan mis sueños, me valen más que mil tesoros.
-
¿Acaso desafiarme te hará grande,
Oh, Pequeña Hada de los Bosques? He vivido siete mil años y viviré siete mil
más. Mi nombre ha sido y será el puñal que se hunde en el alma de miles de
generaciones. Cuando mueras apenas serás un vago reflejo en mi memoria y el
silencio de tu nombre ocultará el vano esfuerzo por derrotarme.
-
Soy más grande que tu, Oh,
Terrible Dragón de Fuego. He vivido siete vidas y viviré otras siete más. Mi nombre
cambiará, pero mi esencia será la misma. Te he enfrentado antes y te enfrentaré
después, las veces que sean necesarias, hasta verte vencido a mis pies.
Entonces serás olvidado, Oh, pobre Dragón, de gran poder y ambiciones sin
contribución.
El dragón irritado y herido en su ser, la miró por
última vez y ella le sonrió por última vez antes de ser consumida por el fuego.
Siete mil años pasaron y un anciano dragón muy malherido, lloraba suplicante a los
pies de un gigantesco árbol antes de ser ejecutado.
-
Te reconozco aunque hayas
cambiado, Oh, Hada de los Bosques. ¡Protégeme! ¡Te lo imploro, somos hermanos!
–
-
Te reconozco porque no has
cambiado, Oh, Dragón de fuego. En todas mis vidas lamenté que no lo
entendieras. La grandeza no está en el tamaño o en el poder, sino en la
trascendencia de las acciones. Lo siento, no somos hermanos. Ni antes ni
después…
…Los árboles, siempre morimos
de pié. –
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