LAS MONEDAS
Adaptación: J. J. Nuñez
En la lejana ciudad de Caster Illios, todos los días, Davor
Behzad, se recorría toda la plaza pidiéndole limosna a la gente, sin embargo
había quienes encontraban divertido hacerle escoger entre dos monedas, una de
mucho más valor que la otra. Davor escogía siempre la de menor valor, por lo
que le tomaban por tonto, despertando las carcajadas y burlas de quienes le
rodeaban.
Por todo el reino, se corrió la noticia de tan peculiar personaje,
que a diario iban gentes de los alrededores a la plaza, tan sólo para buscarle
y tomarle por tonto. Siempre la misma historia: Le mostraban las dos monedas y
Davor sin pensárselo mucho, escogía la de menor denominación.
Un día, se encontraba caminando por la plaza un hombre justo quien
se sentó sobre una banca, a darle de comer a las palomas, cuando escuchó
repentinamente la historia de Davor, así que, con mucha indignación, decidió ir
en su búsqueda y al cabo de dos horas, le encontró, rodeado de gente,
escogiendo como siempre la moneda de menor valor, entre las risas y burlas de
los presentes.
Así que se le acercó y lo llamó a un lado para conversar:
-
He escuchado historias de cómo la gente se burla de ti. He tenido
que buscarte para dar fe de ello. – dijo.
-
¿Y qué se le ofrece a mi señor? – respondió con mucha humildad. -
¿Qué puedo hacer por Usted? –
-
He venido a brindarte un consejo. – dijo con mucha seriedad y
severidad en el rostro. – Cuando esta gente te ofrezca las dos monedas, en
lugar de escoger la que vale menos, escoge la de mayor valor. Así, lograrás dos
cosas: Tendrás más dinero qué llevar y la gente dejará de considerarte por
idiota y no se burlaran de ti. –
-
Usted, mi señor, es muy lógico y parece tener razón. – dijo Davor
después de pensarlo un poco. – Sin embargo, si fuera la moneda de mayor valor,
la que yo eligiera, seguramente la gente dejará de ofrecerme dinero para probar
que soy más idiota que ellos. ¡No se imagina, mi señor, la cantidad de dinero
que llevo ganando usando ese truco! Si me lo permite, creo que no hay nada malo
en hacerse pasar por tonto si en realidad, lo que se está siendo, es ser
inteligente.
Y así, mi palabra, fue rodando como
piedra en torrente. He narrado para la memoria de la buena gente.
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