CAMBIO DE RUTINA
Las esquirlas de los vidrios, tanto de las mamparas como las ventanas, yacían dispersos sobre todo el suelo. La cristalería completa también había corrido la misma suerte. Las sillas del comedor habían sido lanzadas hacia la terraza, en tanto que los platos no sobrevivieron los impactos contra la pared.
Las rosas en el jarrón,
afortunadamente, aún estaban en su lugar y conservaban su frescura. Eran diez grandes y
orgullosas flores que adornaban la mesa de la sala y que en aquella mañana le
dibujaron una sonrisa en el rostro. Una sonrisa auténtica.
Lo mejor de todo -pensaba al ver las fotos retrato en
el piso-, es que ya
no tendré que volver a ver esas falsas expresiones.
Siempre creyó que esas poses y
sonrisas denotaban genuina felicidad, pero al pasar los años, ya no sabía
decir si la cámara los había obligado a sonreír o si fueron ecos de
sentimientos que en el camino se estropearon.
Como fuera, la mañana era una delicia
con la ausencia de su empalagosa voz que le sugería que todo lo que hacía, lo
hacía siempre mal. Luego el contraataque con los problemas de dinero, que
quiere espacio, que está al borde y no puede ser feliz. Qué idiota, como si la
felicidad fuera una especie de enfermedad que se transmite por contagio. Un
portazo siempre marcaba el final de la discusión.
Así era, desde hace diez años,
su sonrisa se le fue deteriorando y sus
sueños se diluyeron entre las discusiones de rutina.
Ella había encarnado el papel de
esposa tal como lo aprendió desde pequeña, en el seno de una familia conservadora,
y él se había aferrado a la idea rebelde de pareja del siglo veintiuno, light y
sin problemas. Hasta que se quitaron la careta y discutir se había vuelto la
rutina de todos los días.
Después de un rato de estar sentada
frente al jarrón con las diez rosas, se levantó y de una patada tiró todo
abajo. Tomó su teléfono y marcó el número de él.
-¿Vas a venir? -le preguntó-. Bien.
Cuando regreses tráeme margaritas. Espero que te haya quedado claro que no me gustan las rosas.
Al colgar, esbozó una sonrisa de
auténtica felicidad.
Cada persona es un mundo, o eso dicen. Así que cada pareja debe ser un Universo completo y complejo!!
ResponderEliminarSaludos sin tiestos rotos.
Gracias por escribir!!! Pienso algo similar: cada persona es un universo, cuando dos personas se juntan ya nada vuelve a ser lo mismo: o se fusionan correctamente o explotan ocasionando una espantosa supernova. Como sea, no a los tiestos rotos, jajajaja. Un abrazo!!!
EliminarCada quien con sus ideas pero bueno, al final se puede encontrar un punto medio donde las dos se entiendan
ResponderEliminarSaludos!!
Gracias por escribir!!! Cualquier cosa es posible en ese ring de lucha, llamado vida matrimonial. El punto medio es tranquilidad, la tranquilidad conlleva a la rutina, la rutina a la insatisfacción, la insatisfacción al reproche, el reproche a la discusión y la discusión al lado oscuro de la fuerza (jejejeje) el amor es de locos!!!
EliminarUn fuerte abrazo!!!