UN ETERNO Y GENTIL AMOR


Autor: J. J. Nuñez


Hace mucho tiempo y en épocas donde la memoria se funde con la oscuridad, hubo una hermosa doncella llamada Indra, quien era hija de la primera estrella que habitó el cielo, soberbia y orgullosa. Sin embargo, a pesar de todo cuanto la rodeaba, se sentía profundamente sola.
Cuentan las historias que, todas las mañanas llegaba al arrollo para lavar sus dorados y finos cabellos, entonces las aves cantaban y los bosques reverdecían, y la luz acompañaba el amanecer. Esto llamó la atención de Inos, un joven mortal, quien al verla, quedó de ella profundamente enamorado.
El, además de tierno y gentil, fue paciente. Guardó siempre su distancia, hasta que un día, un “Hola” rompió el silencio entre los dos y la respuesta fue, la preciosa sonrisa de ella. Poco a poco y sin percatarse, ese rito cotidiano fue transformándose en palabras y las palabras en historias, historias que ella escuchaba embelesada y que, tras cada despedida, esperaba ansiosa en cada mañana y así, ambos descubrieron el amor.
Pero el dios de las penumbras, Unthar, quien también se había fijado en Indra, fue con regalos y riquezas a su morada. Ella, al descubrir sus intenciones le respondió con amabilidad:

-          Mi señor Unthar, dichosa soy de este gesto tan hermoso, pero no son los regalos y las riquezas lo que mi corazón busca, ya que mi corazón un buen amor ha encontrado. Sus palabras calman mi ansiedad y sus besos mi sed. Por lo que, no sería leal de mi parte si aceptase este presente. Ruego me disculpe y sepa comprender que, de Inos, profundamente enamorada estoy. –

Y el dios se marchó ardiendo de celos.
La malvada reina Mondriel, también se fijó en el muchacho y con regalos y riquezas fue hasta su morada. El, al descubrir sus intenciones le respondió con gentileza:

-          Mi señora Mondriel, a usted soy leal como súbdito suyo que soy. Pídame cualquier cosa que necesite y yo se lo daré. Pero he de recordarle que, donde ningún reino y ningún dios, pueden gobernar, es en el corazón de las personas y mi corazón le es leal solo a una mujer. Ella es mi dicha y mi tesoro y le suplico que me entienda que, sus regalos no podré aceptar, porque de Indra profundamente enamorado estoy. –

Y la reina se marchó ofendida por el rechazo.
Ambos, dios y reina, al no poder destruir aquel amor que ambos jóvenes se profesaban con pureza, se unieron y con toda su miseria los condenaron a vivir separados. Indra e Inos fueron convertidos en cordilleras montañosas por toda la eternidad, separados por el mismo arrollo que un día los unió.
Pero a pesar de los milenios, nunca dejaron de amarse y cada noche de luna llena, ambos se ven reflejados en su forma humana en las aguas del arroyo, donde, algún tiempo después nació Bosquemedio, el más maravilloso bosque del mundo, en el que habitan las hadas, como recuerdo de aquel eterno amor.
Y así, mi palabra, fue rodando como piedra en torrente. He narrado para la memoria de la buena gente.

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