ADARGA
Autor: J.J. Nuñez
Marelle, La Portal, hija del espíritu de la luz y guardiana de los
seres descendió a un fresco arroyo donde encontró al gran dragón, Algol, quien
entristecido por los penumbrosos días que se estaban viviendo, lloraba sin
esperanza.
Ella le dijo:
-
Aún la noche más oscura revela el fino tintinear de alguna estrella y
ella constante, brilla y brilla.
¿Acaso
no vale la pena ensayar una sonrisa cuando nuestros días se tornen inciertos,
cuando la tristeza se filtre y se convierta en nuestra única cubierta y coraza?
¿Cuando el temor nos obligue a hacer una elección y el arrepentimiento sea una
infeliz recompensa? ¿Cuando la ira ciegue nuestras palabras que enviadas como
lanzas dañen nuestras luces guías? ¿Cuando no haya más verdad que la antagónica
esperanza que nos inventamos día a día?
De
igual forma, vale la pena, ensayar más de una sonrisa para los desprotegidos,
Para
los desesperanzados,
Para
los timoratos,
Para
los que lloran el corazón,
Para los
que necesitan una luz en esta noche lacerante y quieren ver más allá de las
sombras por encima de todo. -
Y Algol
respondió:
-
Hasta las palabras más sutiles guardan un trasfondo lacerante. Y es que
en verdad, la verdad duele.
Es
verdad que, ni el imperio más grande, ni el Sansón místico de la antigüedad
pudieron con el más sublime de los sentimientos. No es la fuerza del puño, ni
el filo de la espada, ni el odio más grande quien gana las batallas y las
guerras.
Pero,
y aunque lo entiendo, no creo poder con esta carga, pues de mi boca lo único
que sale es fuego y azufre, no agua y pan. Yo que soy temido, temo morir sin
siquiera sentir la fresca mañana en el azul de un corazón, ni el amor del cual
me hablas, y que busco más allá del sol.
Ahora
que los días se vuelven negros y parecen acortarse, lo único que deseo es
encontrar nuevamente paz y tranquilidad.-
Marelle
miró a Algol con pureza y reflexión:
-
Yo soy la adarga del mundo del que te hablo y he de pasar por mucho
antes de alcanzar el hogar que soñé para mí.
Porque
aunque sea frágil de cuerpo y pequeño mi porte; grandes mis sueños y mi coraje.
Quizás puedan alcanzarme los tiempos en que andamos y partirme en dos,
mutilarme la vida, desintegrar mi cuerpo a la mas mínima expresión, y nunca
podrá quitarle a mi alma el coraje de amar.
Yo
también busco, pero también sé que ante todo, hay que entregar, pues nunca se
da el último aliento ni la ultima sonrisa.
Levántate
y lleva estas palabras a los lugares donde vayas, para que cuando necesites una
luz en la oscuridad de la resignación puedas sentirte cobijado y nunca más
solo. Así que vuela alto, muy alto donde las penas no puedan alcanzarte, así y
de repente vengas algún día y traigas las palabras necesarias que encajen con
una sonrisa a punto de nacer.-
Dicho
esto, sonrió al dragón y desvaneciéndose con el viento se marchó. Algol en ese
momento, sintió lo mismo que al ver una estrella fugaz: A pesar de su brillo,
fue breve, pero eterno será su recuerdo. Por primera vez en muchos años una
sonrisa nació dentro de su corazón.
Luego,
y habiendo recuperado las fuerzas, emprendió el viaje hacia el norte.
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