EL CHAMAN QUE VINO DEL GRAN HIELO (parte I)
Adaptación: J. J. Nuñez
Esta historia, como
todas las anteriores, es real, sólo que ésta se sitúa en nuestros tiempos. Angaangaq,
es un hombre muy cálido, a pesar de vivir en las blancas estepas del ártico.
Una gran preocupación le invade y es que, el lugar donde viven, él y su gente,
poco a poco de va derritiendo. La caza ha ido disminuyendo constantemente en
los últimos años y por ende la comida escasea. Ha atravesado los hielos y las
montañas sin haber perdido su amplia sonrisa ni su temple inquebrantable. Carga
consigo su pequeño tambor chamánico, que lo acompaña a todas partes, puesto que
es el líder espiritual de las tribus esquimales de Groenlandia. Además,
Angaangaq representa a los pueblos árticos en Naciones Unidas y su gente le ha
encomendado una misión, que va más allá de cuidar de la salud de los suyos como
chamán. Recorre el mundo enviado por los más ancianos de su cultura para
hacernos llegar un mensaje: el Gran Hielo se derrite y nadie debería permanecer
impasible.
-
¿Cuál es su misión? – Le preguntó un religioso.
-
Volver a traer las ceremonias. – Responde. - Hemos perdido la
celebración de la vida. Mi abuela me decía que, la vida es una ceremonia en sí
misma y que merece la pena celebrarla cada día. Pero cuando las ceremonias
pierden su espíritu, se convierten simplemente en rituales. Y el mundo está
lleno de rituales. Cuando miro al mundo, veo que la gente hace cosas porque así
deben hacerse. En todos esos rituales vacíos, el espíritu, hace mucho tiempo
que se marchó. Mi responsabilidad como chamán, en el siglo XXI, es recuperar
las ceremonias para todo el mundo, o sea, que es una gran responsabilidad. Con
las ceremonias conseguimos que vuelva la sonrisa al corazón y, de esa forma, tu
cuerpo vive, tu espíritu florece y se hace más fuerte. Debemos vivir y celebrar
la belleza de nuestras vidas. Cuando miras con el corazón, eres capaz de ver
esa belleza increíble.
-
¿Qué ceremonias podemos hacer nosotros, que vamos por la vida
siempre acelerados? – Preguntó una mujer ejecutiva.
-
En mi mundo, en invierno, el sol nunca sale. Desaparece. Y
cuando por fin vuelve, vamos a las montañas, todos nosotros, y hacemos un
pequeño fuego en el suelo porque nos calienta y nos recuerda que la oscuridad
se acaba. Entonces, la luz del sol empieza a acariciarnos y podemos ver la
belleza. Los más ancianos dicen que “El Más Grande de Todos”, el Sol, ama a las
personas porque nos da la oportunidad de contemplar la
belleza a nuestro alrededor y a cada uno de nosotros. Una ceremonia que se
puede hacer en casa es abrir las cortinas y dejarse extasiar por el amanecer,
porque ese es el reflejo de tu propia belleza. Desde tu corazón piensa que eres
hermosa porque el sol es hermoso. Puedes hacer esta ceremonia cada día… y,
después de esto, te tomas una taza de café.
Dicho esto, Angaangaq,
tomó sus cosas y continuó su camino.
Que tengan muy buenos vientos y ¡Aquelarre al navegante! ¡YO –HO!
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