EL FLORERO Y LA ROSA

Adaptación: J. J. Nuñez


Hace mucho tiempo atrás, el guardián que estaba al cuidado del monasterio, donde un gran maestro yacía, había muerto. Pasados los funerales, el sustituirle era una necesidad primordial. Así que, el gran maestro convocó a sus mejores discípulos, para escoger, de entre ellos, al que estuviese más capacitado en portar dicho cargo.

-          Les voy a presentar un problema —dijo—. Aquel que lo resuelva, será el nuevo guardián del templo. A continuación, colocó en el centro de la sala una banqueta; luego, puso sobre éste, un enorme y hermoso florero de fina porcelana; dentro, colocó una hermosa rosa roja.
-          Éste, es el problema. – señaló y no dijo nada más.

Se podrán imaginar, el rostro de los discípulos, quienes contemplaban perplejos, lo que ante sus ojos se hallaba: El diseño sofisticado y exquisito de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor… ¿Qué representaba todo aquello? ¿Qué hacer? ¿Qué significaba aquél enigma? Al cabo de un rato todos comenzaron a mirarse, desconcertados. Pero, después de un momento, un alumno, se levantó, miró al maestro y a sus compañeros, caminó con determinación hacia el florero y de una patada, lo tiró al suelo. Todos se quedaron helados.

-          ¡Usted, es el nuevo guardián! —exclamó, el gran maestro, y ante las preguntas de los demás, explicó—Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un florero de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo.

Desde hace mucho tiempo, he notado – a nivel personal y social – que los problemas tienen un extraño efecto sobre la gran mayoría de nosotros: nos gusta contemplarlos, analizarlos, darles vuelta, comentarlos… Sucede también, con mucha frecuencia, que comparamos nuestros problemas con los de los demás y decimos: “Su problema no es nada comparado con los míos”.
Me pregunto: ¿Qué tiene de fascinante su problema para que le mantenga hechizado, dándole vueltas una y otra vez y encima, compartirlo con los demás? Despercúdase, busque la solución, verá que el hechizo desaparecerá y podrá continuar con su camino. Será un poco más sabio.
Cuando Usted se decida a salir de ese círculo vicioso, hágase una simple pregunta: ¿Qué es lo que quiere en lugar de eso? Y trace un plan de acción. La vida es muy corta como para detenerse en contemplar problemas, así sean, hermosos jarrones y bellas rosas rojas.

Que tengan buenos vientos y aquelarre al navegante. ¡YO –HO!

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